jueves, 20 de octubre de 2011

Origen y legalidad de los alimentos transgénicos

Origen

El origen de los alimentos transgénicos puede rastrearse a la década de 1950, cuando algunas empresas norteamericanas irradiaban trigo. Pero en su concepción moderna se reconoce a 1992 como el año del primer alimento genéticamente modificado usando tecnología de manipulación genética a escala microscópica. En ese año la compañía norteamericana Calgene produjo el "Flavor Saver", un tomate al que se le agregó un gen que interfería con la producción de proteínas y así retrasaba la putrefacción. El fruto fue comercializado sin restricciones pues las autoridades de salud estimaron que conservaba inalteradas las características básicas del original, como el sabor y los niveles de proteínas, vitaminas y minerales. La producción de "Flavor Saver" duró pocos años, pues los costos de producción eran altísimos. Sin embargo, puso la primera piedra para la producción industrial de alimentos con genes alterados.

La producción, comercialización y consumo de transgénicos ha causado debate mundial tanto por su propia definición (alimentos modificados no por acción de la naturaleza sino por intervención directa del hombre en su material genético, la naturaleza de todo organismo vivo) como por sus consecuencias, como el que su fabricación esté ligada a marcas comerciales y su influencia en la economía por el tema de las patentes comerciales.

Legalidad

La producción de alimentos transgénicos está íntimamente ligada con el registro de patentes. Muchas empresas que crean un organismo modificado lo patentan para proteger su propiedad intelectual y asegurarse con los beneficios económicos. Además, en varios países está en discusión el tema de si los alimentos transgénicos deben o no tener un etiquetado especial que los identifique como tales.

No existe en el mundo una política común en cuanto e este tipo de alimentos. Cada nación o bloque tiene posturas distintas al respecto, lo que se refleja en sus normativas.

La Unión Europea decretó en 1999 una prohibición de
cuatro años contra los alimentos transgénicos. Luego, a finales de 2002, se establecieron estrictos controles de identificación de productos de esta naturaleza. La política actual de la UE no es prohibir el consumo ni el comercio de transgénicos, sino dar al público la mayor información posible sobre lo que está ingiriendo. De allí que hay normas que exigen un etiquetado en detalle de los productos genéticamente modificados (aunque tengan sólo trazas de ingredientes transgénicos), más una cadena especial de ADN que permita el rastreo de los orígenes de productos específicos en casos de enfermedad o contaminación.

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